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Apocalipsis: 16

Apocalipsis 16: Las Siete Copas de la Ira y el Juicio Imparable de Dios

El capítulo 16 de Apocalipsis es el clímax del juicio divino. Aquí, las siete copas de la ira de Dios son derramadas sobre la tierra, desatando plagas catastróficas que superan cualquier desastre natural conocido. Pero este no es solo un relato de destrucción; es una revelación de la justicia divina contra la maldad persistente y una advertencia final antes del regreso de Cristo.

Las Primeras Copas: Juicio sobre la Tierra, el Mar y las Aguas

La voz de Dios ordena a los siete ángeles que derramen las copas, y el juicio comienza:

  1. Primera copa: Úlceras malignas afligen a quienes llevan la marca de la bestia. No es una enfermedad cualquiera, sino un castigo directo contra los que eligieron adorar al anticristo en lugar de a Dios.
  2. Segunda copa: El mar se convierte en sangre, matando toda vida marina. Esta plaga recuerda las plagas de Egipto, pero con una escala global.
  3. Tercera copa: Ríos y fuentes de agua también se tornan en sangre. El ángel de las aguas proclama: “Justo eres tú, oh Señor… porque has juzgado estas cosas” (v. 5). La ironía es evidente: los perseguidores derramaron la sangre de los santos, y ahora beben sangre.

A pesar de esto, los impíos no se arrepienten. En lugar de humillarse, blasfeman contra Dios, mostrando la profundidad de su rebelión.

Las Copas Cuarta y Quinta: Fuego, Tinieblas y Dolor sin Alivio

  1. Cuarta copa: El sol quema con intensidad inusual, abrasando a la humanidad. Pero, una vez más, no hay arrepentimiento, solo más blasfemia.
  2. Quinta copa: Las tinieblas cubren el reino de la bestia, sumiéndolo en agonía espiritual y física. La gente muerde sus lenguas de dolor, pero sigue maldiciendo a Dios.

Este endurecimiento del corazón recuerda al faraón de Éxodo: cuanto más se les castiga, más se rebelan. La misericordia de Dios tuvo su tiempo; ahora, la justicia toma su curso.

La Sexta Copa: El Camino a Armagedón

  1. Sexta copa: El río Éufrates se seca, preparando el camino para los reyes del oriente. Este detalle ha generado muchas interpretaciones: ¿Será una alusión a conflictos geopolíticos futuros? ¿O un símbolo de la caída de las barreras que contienen el mal?

De repente, tres espíritus inmundos (como ranas) salen de la boca del dragón, la bestia y el falso profeta. Son demonios que engañan a los gobernantes del mundo para reunirlos en la gran batalla de Armagedón.

En medio de esta profecía aterradora, Jesús interrumpe con una advertencia personal:

“He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus ropas” (v. 15).

Es un llamado urgente a mantenerse fieles, porque el fin está cerca.

La Séptima Copa: El Fin de Babilonia y el Juicio Final

  1. Séptima copa: Derramada en el aire, desencadena el mayor terremoto de la historia, que destruye ciudades e islas enteras. Babilonia la Grande (símbolo de todo sistema corrupto) es recordada ante Dios para recibir su juicio completo.

Para culminar, granizos del tamaño de un talento (unos 45 kg) caen del cielo, aplastando a los impíos. Y, como en las plagas anteriores, la respuesta humana es más blasfemia.

Reflexión: La Justicia de Dios y la Ceguera del Pecado

Apocalipsis 16 es un capítulo impactante, pero su mensaje es claro:

  • Dios no es indiferente al mal. Su paciencia tiene límites, y su juicio es inevitable.
  • El pecado endurece el corazón. Aunque las plagas son evidentemente sobrenaturales, muchos prefieren maldecir a Dios antes que arrepentirse.
  • La fidelidad será recompensada. En medio del caos, Cristo recuerda: “Bienaventurado el que vela” (v. 15).

Este juicio no es arbitrario; es la respuesta divina a una humanidad que rechazó toda oportunidad de redención. Pero para los creyentes, es también una promesa: el mal no reinará para siempre. “Hecho está” (v. 17) anuncia el fin de la injusticia y el inicio del reino eterno de Cristo.


Mientras el mundo se encamina hacia Armagedón, los santos pueden estar seguros: el Dios que juzga es el mismo que salva. Y su victoria es inevitable.

Texto integro del Libro de la biblia Apocalipsis capítulo: 16

Apocalipsis 16
Las copas de ira
1Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.
2Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.
3El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.
4El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.
5Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
6Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen.
7También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
8El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego.
9Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
10El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas,
11y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.
12El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente.
13Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas;
14pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
15He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.
16Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está.
18Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
19Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira.
20Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.
21Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.

Resumen del capítulo 16 del libro de Apocalipsis

El capítulo 16 del Libro de Apocalipsis presenta la culminación de las siete últimas plagas, también conocidas como las siete copas de la ira de Dios. Cada copa desencadena un juicio específico y devastador sobre la tierra, amplificando la intensidad de la ira divina que se desata como parte del cumplimiento de la consumación de la historia redentora.

Las siete copas de la ira:
El capítulo se inicia con la orden de Dios a los siete ángeles para que derramen sus copas sobre la tierra. Cada copa representa un juicio específico, y al ser derramadas, desencadenan consecuencias impactantes y terribles. Las plagas incluyen úlceras malignas y dolorosas en aquellos que tienen la marca de la bestia, la transformación del mar en sangre como de un muerto, la contaminación de las aguas dulces, el aumento del calor solar y la quema de los hombres con fuego, la oscuridad total sobre el reino de la bestia, la sequía del río Éufrates y un gran terremoto acompañado por granizo.

Estas imágenes simbólicas, llenas de cataclismos naturales y juicios, refuerzan la idea de que la ira de Dios está alcanzando su punto máximo en la consumación de los tiempos. Cada copa de la ira constituye una expresión dramática de la justicia divina que recae sobre aquellos que persisten en la rebelión.

La reacción de los impenitentes:
A pesar de la intensidad de estas plagas, el relato destaca que aquellos que las experimentan no se arrepienten de sus malas obras ni dejan de adorar a los demonios y a las imágenes de oro, plata, bronce, piedra y madera, que no pueden ver ni oír ni caminar. La dureza del corazón de aquellos que han rechazado a Dios persiste incluso en medio del juicio divino más severo.

El secado del río Éufrates y la preparación para la batalla final:
Un detalle específico en este capítulo es el secado del río Éufrates, preparando el camino para los reyes del oriente. Este evento se interpreta a menudo en términos de la preparación para la batalla final, marcando el inicio de eventos cósmicos y espirituales que conducirán al clímax de la historia redentora.

La voz desde el trono celestial:
En medio de las descripciones de juicio y devastación, se escucha una voz desde el trono celestial que proclama: “Hecho está”. Esta declaración subraya que los juicios divinos han alcanzado su cumplimiento y que la obra redentora de Dios está llegando a su término.

En resumen, el capítulo 16 de Apocalipsis presenta la culminación de las siete copas de la ira, que constituyen el juicio divino final sobre la tierra. Las imágenes apocalípticas utilizadas, como las plagas y la sequía del río Éufrates, transmiten la gravedad y la solemnidad de estos eventos en el marco del cumplimiento profético. La falta de arrepentimiento por parte de aquellos que experimentan las plagas subraya la persistente resistencia y rebelión contra Dios, incluso en medio de su justicia manifestada.

Este capítulo, al igual que otros en el libro de Apocalipsis, ofrece una visión apocalíptica que va más allá de la descripción de eventos temporales. Más bien, invita a los lectores a reflexionar sobre la soberanía de Dios, la consumación de su plan redentor y la necesidad de la humanidad de responder a la llamada al arrepentimiento y la fe antes de que llegue el juicio final.

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