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Apocalipsis: 21

La Nueva Jerusalén: El Cielo Nuevo y la Tierra Nueva en Apocalipsis 21

El libro de Apocalipsis cierra con una de las visiones más esperanzadoras de toda la Escritura: un cielo nuevo y una tierra nueva, donde Dios mismo habitará con su pueblo para siempre. Apocalipsis 21 no es solo una promesa futura, sino un recordatorio poderoso de que el dolor, la muerte y el pecado no tendrán la última palabra. Si alguna vez te has preguntado cómo será la eternidad con Dios, este capítulo nos da destellos gloriosos de lo que nos espera.

El Fin de lo Viejo y el Comienzo de lo Eterno

Juan, el apóstol, ve algo asombroso: el primer cielo y la primera tierra desaparecen, y con ellos, el mar (símbolo de caos y separación en la Biblia). En su lugar, surge una creación renovada, libre de la maldición del pecado. Pero lo más impactante no es el paisaje, sino lo que desciende del cielo: la Nueva Jerusalén, brillante como una novia preparada para su esposo.

Dios mismo proclama: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres”. Esta es la culminación de toda la historia redentora: Dios ya no estará lejos, sino que vivirá entre nosotros. Las lágrimas serán enjugadas, la muerte será abolida, y el dolor será solo un recuerdo lejano. “Yo hago nuevas todas las cosas”, dice el que está sentado en el trono.

La Ciudad de Oro: Descripción de la Nueva Jerusalén

Uno de los ángeles lleva a Juan a un monte alto para mostrarle la ciudad en todo su esplendor. Lo que ve supera toda imaginación humana:

  • Un diseño perfecto: La ciudad es un cubo de 12.000 estadios (unos 2.200 km), con muros de jaspe y calles de oro puro, tan transparente como el cristal.
  • Doce puertas de perla: Cada una lleva el nombre de una tribu de Israel, y los cimientos están adornados con doce piedras preciosas, cada una representando a un apóstol del Cordero.
  • Sin templo, sin sol, sin noche: Porque Dios mismo es su templo, y su gloria ilumina todo. Las puertas nunca se cierran, porque no hay peligro, ni oscuridad, ni maldad.

Esta no es una metáfora, sino una realidad futura, construida por Dios para aquellos que han sido redimidos por la sangre de Cristo.

¿Quién Podrá Entrar en la Nueva Jerusalén?

El capítulo termina con una advertencia solemne: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda”. Solo los inscritos en el Libro de la Vida del Cordero tendrán acceso. Los cobardes, incrédulos, idólatras y mentirosos quedarán fuera, condenados a la segunda muerte en el lago de fuego.

Pero para los que han sido lavados por la sangre de Jesús, esta ciudad será su hogar eterno. “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”.

Vive Hoy con la Eternidad en Mente

Apocalipsis 21 no es solo un final feliz para la historia humana; es una invitación a vivir hoy con la certeza de que Dios está preparando un lugar para los suyos. Si tu nombre está escrito en el Libro de la Vida, no hay nada que temer. Pero si aún no has entregado tu vida a Cristo, este es el momento.

Porque al final, solo una cosa importará: ¿Estarás dentro de la ciudad… o fuera de ella?

Texto integro del Libro de la biblia Apocalipsis capítulo: 21

Apocalipsis 21
Cielo nuevo y tierra nueva
1Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
2Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
3Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
4Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
5Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
6Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
7El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
8Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
La nueva Jerusalén
9Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.
10Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,
11teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
12Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel;
13al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.
14Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
15El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
16La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.
17Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
18El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio;
19y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda;
20el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.
21Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
22Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.
23La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
24Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
25Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
26Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.
27No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

Resumen del capítulo 21 del libro de Apocalipsis

El capítulo 21 del Libro de Apocalipsis presenta una visión asombrosa y esperanzadora del nuevo cielo y la nueva tierra, un momento culminante en la narrativa apocalíptica que sigue al juicio final y la derrota final de Satanás. Este capítulo ofrece una visión de la consumación de la historia redentora, donde se revela la morada eterna de los redimidos en la presencia de Dios.

La visión del nuevo cielo y la nueva tierra:
El capítulo se inicia con la visión de un nuevo cielo y una nueva tierra, donde el mar ya no existe. La descripción simboliza la renovación completa de la creación, libre de las limitaciones y el caos que simbolizaba el mar en el pensamiento apocalíptico de la época. La nueva Jerusalén desciende del cielo, preparada como una novia adornada para su esposo, lo que simboliza la unión perfecta entre Dios y su pueblo redimido.

La morada de Dios con la humanidad:
Una de las características centrales de la nueva Jerusalén es que será la morada de Dios con la humanidad. Se destaca que Dios morará con su pueblo, enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor. Estas palabras expresan la realidad de la redención completa, donde todas las consecuencias del pecado y la separación de Dios serán erradicadas.

La nueva Jerusalén como una ciudad santa:
La descripción de la nueva Jerusalén enfatiza su santidad y su esplendor. Las murallas están construidas con doce piedras preciosas, y las doce puertas tienen nombres de las tribus de Israel y los apóstoles. La medida de la ciudad es perfecta, con una longitud, anchura y altura de 12,000 estadios, simbolizando la perfección y la completitud divina.

La luz de la ciudad y la presencia de Dios:
Otro aspecto destacado es la ausencia de sol y luna en la nueva Jerusalén, ya que la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. La luz constante simboliza la presencia continua de Dios y la completa ausencia de oscuridad o sombra.

La pureza y la perfección de la nueva Jerusalén:
La pureza y la perfección de la nueva Jerusalén se destacan aún más al mencionar que no entrará en ella nada inmundo, ni el que practica abominación y mentira, sino solo aquellos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida del Cordero. Este detalle subraya la santidad y la perfección de la nueva creación, donde solo aquellos redimidos por la obra del Cordero tendrán acceso a la morada eterna.

La invitación y la promesa de Cristo:
El capítulo concluye con una invitación y una promesa de Cristo: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”. Estas palabras resumen la esencia de la redención y la promesa de una relación eterna con Dios para aquellos que han confiado en Cristo como Salvador y han perseverado en la fe.

En resumen, el capítulo 21 de Apocalipsis presenta una visión gloriosa y esperanzadora del nuevo cielo y la nueva tierra, la nueva Jerusalén como la morada eterna de los redimidos en la presencia de Dios. La descripción detallada destaca la santidad, la pureza y la perfección de esta realidad futura, donde la luz divina reemplaza la oscuridad, y la relación de Dios con su pueblo es restaurada en su plenitud. La promesa final de Cristo invita a todos a participar en esta redención y a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida, anticipando la consumación de la historia redentora y la eternidad en la presencia de Dios.

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