Texto integro del Libro de la biblia Jonás capítulo: 2
Jonás 2
Oración de Jonás
1Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez,
2y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, Y mi voz oíste.
3Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, Y me rodeó la corriente; Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.
4Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; Mas aún veré tu santo templo.
5Las aguas me rodearon hasta el alma, Rodeóme el abismo; El alga se enredó a mi cabeza.
6Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.
7Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.
8Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan.
9Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; Pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová.
10Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.
Resumen del capítulo 2 del libro de Jonás
El capítulo 2 del libro de Jonás narra el tiempo que el profeta pasa en el vientre del pez después de ser arrojado al mar como resultado de su desobediencia inicial a la llamada de Dios. Este capítulo es esencial en la historia de Jonás, ya que revela su proceso de reflexión, arrepentimiento y la gracia redentora de Dios.
La narrativa comienza con Jonás orando desde las entrañas del pez. Su oración es un poema conmovedor que refleja su angustia, reconocimiento de culpa y confianza en la misericordia divina. Jonás describe su experiencia en términos de estar en las profundidades del Seol, el lugar de los muertos, pero señala que Dios escuchó su clamor. A pesar de su desobediencia, Jonás afirma que él clama a Dios desde el corazón de la aflicción, y Dios responde.
En su oración, Jonás reflexiona sobre su situación desesperada y reconoce que ha sido arrojado al mar, envuelto por las olas y sumergido en las profundidades. Sin embargo, en medio de su angustia, Jonás confiesa su fe en Dios como el que lo ha sacado de la vida, el Señor que salva. Esta expresión de fe sugiere un cambio en la actitud de Jonás, ya que comienza a reconocer la soberanía y el poder de Dios incluso en las circunstancias más desafiantes.
Jonás también describe su experiencia en términos de estar en la boca del Sheol, la muerte acechando. Aunque se encuentra en una situación desesperada y aparentemente sin esperanza, Jonás confía en que Dios lo escuchará y lo liberará de la trampa de la muerte. Esta confianza en la misericordia divina es fundamental para la historia de Jonás y subraya la importancia del arrepentimiento y la dependencia de la gracia de Dios.
La oración de Jonás culmina con su compromiso de ofrecer sacrificios y cumplir sus votos a Dios. Reconociendo que la salvación viene del Señor, Jonás se compromete a obedecer y cumplir con la tarea original de ir a Nínive y proclamar el mensaje de arrepentimiento.
Este capítulo 2 del libro de Jonás revela la transformación espiritual que experimenta el profeta mientras está en el vientre del pez. A través de su oración, Jonás muestra signos de arrepentimiento genuino y humildad ante Dios. A pesar de su desobediencia inicial, su experiencia en las profundidades del mar y su posterior liberación por la intervención divina han llevado a un cambio en su corazón.
La figura del pez, que actúa como medio de disciplina y redención, simboliza la gracia de Dios que puede encontrarse incluso en los lugares más oscuros. La situación extrema de Jonás se convierte en un catalizador para su transformación espiritual y su renovado compromiso con la voluntad de Dios.
En resumen, el capítulo 2 del libro de Jonás presenta una etapa crucial en la historia del profeta, marcada por su oración desde el vientre del pez. A través de esta oración, Jonás revela un cambio en su actitud, reconociendo la soberanía de Dios, expresando arrepentimiento y comprometiéndose a obedecer. Este capítulo prepara el terreno para el siguiente acto de la historia de Jonás, cuando es vomitado por el pez y se le da una segunda oportunidad para cumplir con la tarea que Dios le ha encomendado.