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1 Juan : 3

1 Juan 3: La Identidad de los Hijos de Dios y el Amor que Transforma

En el tercer capítulo de 1 Juan, el apóstol nos sumerge en dos verdades fundamentales: nuestra identidad como hijos de Dios y el amor sacrificial como evidencia de esa filiación. Este pasaje no es solo teología; es un llamado a vivir con radicalidad nuestra fe, demostrando con hechos que pertenecemos a Cristo.

Somos Hijos de Dios: Un Privilegio y una Responsabilidad

Juan comienza con una declaración asombrosa: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (v. 1). No somos siervos, ni simples creyentes; somos hijos. Esta identidad cambia todo:

  • El mundo no nos entiende (“el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él”).
  • Tenemos una esperanza gloriosa: “Cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es” (v. 2).

Esta esperanza no es pasiva; nos purifica (v. 3). Saber que un día seremos como Jesús nos impulsa a vivir en santidad hoy.

El Pecado vs. La Naturaleza Divina: Una Batalla Real

Juan contrasta dos estilos de vida:

  1. El que practica el pecado (vv. 4-10):
  • “El pecado es infracción de la ley” (v. 4).
  • “El que practica el pecado es del diablo” (v. 8).
  • Jesús vino a destruir las obras del diablo (v. 8), lo que incluye romper el poder del pecado en nosotros.
  1. El que es nacido de Dios (vv. 6-10):
  • “No practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él” (v. 9).
  • No se trata de perfección sin caídas, sino de una vida que ya no se deleita en el pecado.

La prueba de que somos de Dios es doble:

  • Hacemos justicia (v. 7).
  • Amamos a los hermanos (v. 10).

El Amor en Acción: Más que Palabras

Juan retoma el tema del amor, pero esta vez con una profundidad práctica:

  • El modelo supremo: “Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (v. 16).
  • El amor se demuestra con hechos: “El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano en necesidad, y cierra su corazón… ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (v. 17).
  • No es un sentimiento, sino una decisión: “No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (v. 18).

Este amor es tan radical que es la evidencia de que hemos pasado de muerte a vida (v. 14). Por el contrario, el odio nos equipara a Caín, quien “era del maligno y mató a su hermano” (v. 12).

Confianza delante de Dios: El Fruto de la Obediencia

El capítulo cierra con una promesa poderosa para quienes viven en amor y obediencia:

  • “Si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios” (v. 21).
  • “Cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él” (v. 22).

Esta confianza no es arrogante; es el resultado de caminar en intimidad con Dios. El mandamiento es claro:

  1. Creer en Jesús.
  2. Amarnos unos a otros (v. 23).

Y la recompensa es incomparable: “El que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él” (v. 24).

Conclusión: Vive como Hijo de Dios

1 Juan 3 es un llamado a abrazar nuestra identidad en Cristo y demostrarla con un amor que se traduce en acciones. No somos del mundo; somos hijos del Rey.

¿Cómo responder hoy?

  • Examina tu vida: ¿Hay áreas donde el pecado domina? Arrepiéntete y clama a Jesús, tu libertador.
  • Ama con hechos: Busca a alguien en necesidad y actúa.
  • Vive con confianza: Si caminas en luz, puedes orar con certeza.

Comparte este mensaje con alguien que necesite recordar su valor en Cristo y el poder de un amor que transforma.


Texto integro de la epístola de la biblia 1 Juan capítulo: 3

1 Juan 3
Hijos de Dios
1Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
2Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
3Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
4Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.
5Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
6Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
7Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.
8El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
9Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
10En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
11Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.
12No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.
13Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.
14Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.
15Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
16En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
17Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
18Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
19Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él;
20pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
21Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
22y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
23Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
24Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

Resumen del capítulo 3 del libro de Juan-1

El tercer capítulo de la Primera Epístola de Juan es una continuación rica y profunda de los temas presentados en los capítulos anteriores. Juan, el autor de esta carta, continúa desarrollando su enseñanza sobre la naturaleza del amor, la filiación divina, la justicia y la importancia de la vida en conformidad con la voluntad de Dios. Este capítulo ofrece una orientación teológica y ética fundamental para los creyentes, abordando la identidad de los hijos de Dios, la obra redentora de Cristo y la llamada a la santidad.

La epístola comienza con la afirmación asombrosa de la grandeza del amor del Padre hacia nosotros al llamarnos hijos de Dios. Juan destaca la incomprensible realidad de que ahora somos hijos de Dios y que aún no se ha manifestado lo que seremos, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos como él es (1 Juan 3:1-2). Esta perspectiva celebra la identidad única y transformadora de los creyentes como hijos de Dios, subrayando la futura conformidad con la imagen de Cristo.

El capítulo continúa con una reflexión sobre la conexión entre la filiación divina y la pureza moral. Juan declara que todo aquel que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, así como él es puro (1 Juan 3:3). Esta enseñanza refleja la influencia transformadora de la esperanza en la venida de Cristo y la necesidad de una vida santa en anticipación de ese evento.

Juan también aborda la naturaleza del pecado y su incompatibilidad con la filiación divina. Afirma que todo aquel que practica el pecado también infringe la ley, y el pecado es infracción de la ley (1 Juan 3:4). Esta conexión entre el pecado y la infracción de la ley destaca la importancia de vivir en conformidad con los mandamientos de Dios como una expresión de amor y obediencia.

El capítulo enfatiza la obra redentora de Cristo como el fundamento de la purificación del pecado. Juan declara que Cristo apareció para quitar los pecados y que en él no hay pecado (1 Juan 3:5). Esta afirmación refuerza la realidad de la expiación y la capacidad transformadora de la obra de Cristo en la vida del creyente.

Un aspecto destacado de este capítulo es la enseñanza sobre el amor fraternal. Juan subraya la importancia del amor entre los creyentes, llamando a este principio “antiguo” pero a la vez “nuevo”. Afirma que aquel que ama a su hermano permanece en la luz y que aquel que aborrece a su hermano está en tinieblas (1 Juan 3:10-15). Este énfasis en el amor fraternal como evidencia de la vida en la luz refleja la enseñanza de Jesús y la importancia del amor como distintivo fundamental de la comunidad cristiana.

El capítulo también aborda la cuestión de la confianza en la oración. Juan asegura a los creyentes que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, él nos oye (1 Juan 5:14). Esta promesa subraya la confianza en la relación con Dios y la certeza de que Él responde a las oraciones alineadas con su voluntad.

En resumen, el tercer capítulo de la Primera Epístola de Juan aborda temas cruciales relacionados con la identidad de los hijos de Dios, la pureza moral, la obra redentora de Cristo, el amor fraternal y la confianza en la oración. Juan destaca la conexión entre la filiación divina y la santidad moral, enfatiza la necesidad de vivir en obediencia a los mandamientos de Dios y subraya el papel central del amor entre los creyentes. La epístola ofrece una guía teológica y ética valiosa, llamando a los creyentes a vivir en la luz de la verdad y el amor divinos.

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