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Ezequiel 35

Ezequiel 35: El Juicio de Seir, La Venganza Divina y ¿Qué Significa Para Hoy?

Cuando leo Ezequiel 35, siento un escalofrío. No es casualidad que Dios dedique un capítulo completo a juzgar al monte de Seir, una región simbólica ligada a Edom, descendientes de Esaú. Aquí no se trata solo de un lugar geográfico, sino de una actitud profunda, arraigada en el corazón humano: la venganza, el resentimiento y la oportunidad tomada para aprovecharse del dolor ajeno.

Una Mirada Fija Contra Seir

El capítulo comienza directo y sin rodeos: “Pon tu rostro hacia el monte de Seir, y profetiza contra él”. Esta vez no hay advertencias intermedias ni llamados al arrepentimiento. Solo hay juicio inminente. Dios dice claramente: “He aquí yo estoy contra ti, oh monte de Seir”. Y lo hace porque Edom guardaba un rencor ancestral contra Israel, una hostilidad perpetua que encontró su momento culmen cuando Israel fue llevado cautivo: en lugar de compasión, Edom celebró. En lugar de ayudar, traicionó.

¿Alguna vez has sentido cómo alguien aprovecha tu caída para levantarse? ¿Cómo personas cercanas o lejanas ven tus debilidades como oportunidad para avanzar ellas mismas? Eso es lo que hizo Edom. Entregaron a los hijos de Israel “al poder de la espada en el tiempo de su aflicción”, y eso no pasó desapercibido ante los ojos de Dios.

Un Destino Desolado

La respuesta divina es contundente: “Convertiré al monte de Seir en desierto y en soledad”. Las ciudades serían asoladas, sus caminos bloqueados, sus gentes eliminadas. Sería un desierto permanente, un recordatorio visible de lo que ocurre cuando se toma partido contra el pueblo de Dios.

Y esto me hizo pensar: muchas veces subestimamos las consecuencias de nuestros sentimientos negativos. Creemos que nadie ve nuestro rencor, nuestra mala intención, nuestra indiferencia ante el dolor ajeno. Pero Dios sí lo ve. Y aunque no siempre responda de inmediato, no olvida. Su justicia puede tardar, pero llega.

Sangre Llama a Sangre

Dios dice algo impactante: “A sangre te destinaré, y sangre te perseguirá; y porque la sangre no aborreciste, sangre te perseguirá.” Esto no solo es una promesa de muerte física, sino de un ciclo de violencia imparable. Quien decide usar la fuerza para beneficiarse, será derribado por la misma fuerza. Quien celebra el derramamiento de sangre, terminará derramando la propia.

Es una advertencia universal. No solo para Edom, sino para cualquier persona, líder o nación que decida posicionarse contra otros con malicia. Vivimos en un mundo donde muchos piensan que pueden hacer lo que quieren mientras nadie los ve… pero siempre hay un testigo: Dios mismo.

Las Palabras Altisonantes Tienen Precio

Una de las partes más fuertes del capítulo es cuando Dios confronta las palabras de Edom: “Las dos naciones y las dos tierras serán nuestras, y tomaremos posesión de ellas”. Este era su pensamiento, su motivación interna: Israel había caído, y ahora era su momento. Pero Dios responde sin dejar lugar a dudas: “Yo haré conforme a tu ira, y conforme a tu celo con que procediste; y seré conocido en ellos, cuando te juzgue.”

Esto me recuerda que no solo actuar mal tiene consecuencias, sino también planear el mal. No necesitas haber hecho físicamente daño a alguien para estar en riesgo de juicio divino. Basta con que tu corazón esté lleno de deseos de venganza, envidia o superioridad para que ya estés en peligro espiritual.

El Mundo Se Alegra, Pero Nadie Se Salva

Lo curioso es que Dios menciona cómo todo el mundo parece alegrarse cuando cae Israel. Incluso hoy, veo cómo muchas personas y sistemas celebran el fracaso religioso, moral o espiritual de otros. Pero Ezequiel 35 nos recuerda que esa alegría no es inocente. Si está basada en la ruina del otro, si disfruta del dolor ajeno, entonces también será juzgada.

No puedes construir tu victoria sobre la caída de otros. No puedes alimentarte del dolor ajeno y esperar que Dios no lo vea. Porque Él no solo juzga acciones, también corazones. Y lo que parecía una celebración festiva, puede convertirse rápidamente en un lamento funerario.

Comprender Que Dios Sabe

Una frase me detuvo: “Y sabrán que yo soy Jehová.” Esta frase se repite constantemente en el libro de Ezequiel. Es como el fondo de pantalla espiritual de cada mensaje profético. Dios no permite que Sus criaturas vivan sin límites. No deja que las injusticias pasen completamente desapercibidas. Y aunque parezca que algunos salen impunes, al final, todos reconocerán quién realmente gobierna.

Ezequiel 35 no es solo un capítulo antiguo. Es un mensaje urgente para quienes hoy creen que pueden herir, manipular, aprovecharse o celebrar la caída del otro sin consecuencias. No puedes levantar tu casa sobre la ruina ajena y esperar que no haya efectos. Más temprano que tarde, ese edificio se vendrá abajo.

Reflexión Personal: ¿De Qué Lado Estoy Yo?

Después de leer este capítulo, no pude evitar preguntarme: ¿En qué aspectos de mi vida me he acercado a esta actitud de Edom? ¿En qué momentos he dejado que el orgullo, la venganza o el resentimiento guíen mis decisiones? ¿Hay alguien cuyo fracaso he observado silenciosamente, quizás incluso con una sonrisa interna, en lugar de orar por su restauración?

Este texto me enfrentó. Me hizo revisar mi corazón. Y me invitó a abandonar cualquier vestigio de odio, de resentimiento o de satisfacción frente al dolor ajeno. Porque Dios no solo ve lo que hago. Ve también lo que pienso, lo que siento, lo que deseo profundamente.

Si este artículo resonó contigo, si te ayudó a entender mejor tu papel, tu responsabilidad o incluso tu necesidad de volver a un camino más justo, por favor compártelo con otros. Hay muchos que están buscando esta misma luz, que necesitan escuchar que aún hay tiempo, que aún hay misericordia, que aún hay llamado. Pasar la palabra no solo ayuda a otros, también afirma en nosotros mismos la verdad que acabamos de encontrar.

Texto integro del Libro de la biblia Ezequiel capítulo: 35

Ezequiel 35
Profecía contra el Monte Seir
1Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
2Hijo de hombre, pon tu rostro hacia el monte de Seir, y profetiza contra él,
3y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo estoy contra ti, oh monte de Seir, y extenderé mi mano contra ti, y te convertiré en desierto y en soledad.
4A tus ciudades asolaré, y tú serás asolado; y sabrás que yo soy Jehová.
5Por cuanto tuviste enemistad perpetua, y entregaste a los hijos de Israel al poder de la espada en el tiempo de su aflicción, en el tiempo extremadamente malo,
6por tanto, vivo yo, dice Jehová el Señor, que a sangre te destinaré, y sangre te perseguirá; y porque la sangre no aborreciste, sangre te perseguirá.
7Y convertiré al monte de Seir en desierto y en soledad, y cortaré de él al que vaya y al que venga.
8Y llenaré sus montes de sus muertos; en tus collados, en tus valles y en todos tus arroyos, caerán muertos a espada.
9Yo te pondré en asolamiento perpetuo, y tus ciudades nunca más se restaurarán; y sabréis que yo soy Jehová.
10Por cuanto dijiste: Las dos naciones y las dos tierras serán mías, y tomaré posesión de ellas; estando allí Jehová;
11por tanto, vivo yo, dice Jehová el Señor, yo haré conforme a tu ira, y conforme a tu celo con que procediste, a causa de tus enemistades con ellos; y seré conocido en ellos, cuando te juzgue.
12Y sabrás que yo Jehová he oído todas tus injurias que proferiste contra los montes de Israel, diciendo: Destruidos son, nos han sido dados para que los devoremos.
13Y os engrandecisteis contra mí con vuestra boca, y multiplicasteis contra mí vuestras palabras. Yo lo oí.
14Así ha dicho Jehová el Señor: Para que toda la tierra se regocije, yo te haré una desolación.
15Como te alegraste sobre la heredad de la casa de Israel, porque fue asolada, así te haré a ti; asolado será el monte de Seir, y todo Edom, todo él; y sabrán que yo soy Jehová.

Resumen del capítulo 35 del libro de Ezequiel

El capítulo 35 del Libro de Ezequiel está dirigido específicamente a Edom, una nación vecina de Israel. La profecía pronunciada contra Edom se centra en la justicia divina y la retribución por la hostilidad y la violencia que han demostrado hacia el pueblo de Dios.

La narrativa comienza con la declaración de la ira divina contra Edom. Se le acusa de regocijarse ante la caída de Jerusalén y de aprovechar la oportunidad para tomar represalias y expandirse a expensas de Israel. Esta actitud hostil y vengativa ha suscitado la ira de Dios, y la profecía anuncia el juicio divino que se avecina sobre Edom.

La metáfora utilizada en este capítulo presenta a Edom como una montaña elevada y soberbia. La imagen de una montaña simboliza la fortaleza y la seguridad de Edom, pero también sugiere una altivez y una actitud de superioridad. Esta imagen refuerza la idea de que Edom se ha elevado en orgullo y ha confiado en su propia fortaleza, ignorando la soberanía de Dios.

La profecía continúa pronunciando el juicio divino sobre Edom. Se menciona la desolación y la transformación de Edom de una tierra habitada a un lugar desolado. La tierra de Edom se convertirá en un desierto, y sus ciudades quedarán en ruinas como resultado del juicio de Dios. Esta imagen de desolación destaca las consecuencias graves que enfrentará Edom como resultado de su hostilidad hacia el pueblo elegido de Dios.

El capítulo también aborda la alegría y el regocijo de la naturaleza cuando el juicio caiga sobre Edom. La tierra, las montañas y los valles responderán con una celebración simbólica ante la justicia divina. Esta imagen poética resalta la armonía entre la creación y el plan de Dios, donde incluso la naturaleza responde a la vindicación de Dios sobre su pueblo.

La profecía concluye reafirmando la razón detrás del juicio divino. Edom es acusado de haberse llenado de odio y de haber perseguido con espada al pueblo de Israel. La hostilidad y la violencia de Edom han provocado la intervención divina para restaurar la justicia y proteger a su pueblo. La profecía subraya que la venganza pertenece a Dios, y él actuará en defensa de su pueblo.

En resumen, el capítulo 35 de Ezequiel presenta una profecía dirigida específicamente a Edom, una nación vecina de Israel. La narrativa destaca la hostilidad y la violencia de Edom hacia el pueblo de Dios como la razón detrás del juicio divino. La imagen de Edom como una montaña soberbia enfatiza su orgullo y su confianza en su propia fortaleza. La profecía anuncia la desolación y la transformación de Edom como consecuencia de su rebelión contra Dios. La imagen de la naturaleza celebrando la justicia divina destaca la armonía entre la creación y el plan de Dios. Este capítulo refuerza el tema de la justicia divina y la responsabilidad de las naciones de rendir cuentas por sus acciones, especialmente cuando se oponen al pueblo elegido de Dios.

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