Ezequiel 22: La Corrupción de Jerusalén y el Llamado al Arrepentimiento
Cuando abrimos el libro de Ezequiel, nos encontramos con un mensaje que no solo está lleno de juicio, sino también de advertencia. En Ezequiel 22, Dios confronta directamente a la ciudad de Jerusalén por sus pecados acumulados, su violencia constante y su idolatría desbordada. Este capítulo no es fácil de leer, pero tampoco puede ignorarse. Es un espejo espiritual para cualquier sociedad que haya caído en corrupción moral y religiosa.
El profeta recibe una instrucción clara: “¿No juzgarás tú, no juzgarás tú a la ciudad derramadora de sangre, y le mostrarás todas sus abominaciones?” Esta pregunta no busca confirmación; es una orden divina. Dios no quiere excusas ni justificaciones. Quiere que se declare públicamente lo que ha hecho la ciudad elegida, ahora convertida en ciudad rebelde.
La Ciudad Derramadora de Sangre
Ezequiel comienza señalando uno de los males más graves de Jerusalén: la violencia. No solo habla de asesinatos individuales, sino del ambiente generalizado de iniquidad donde la sangre inocente se derrama sin remordimiento. El texto dice: “¡Ciudad derramadora de sangre en medio de sí, para que venga su hora, y que hizo ídolos contra sí misma para contaminarse!”
Lo peor no es solo que haya derramamiento de sangre, sino que esta violencia va acompañada de idolatría. Los habitantes de Jerusalén han fabricado ídolos para adorarlos, contaminándose espiritualmente. Y como si esto fuera poco, han provocado su propio juicio al rechazar sistemáticamente las leyes de Dios. Por eso, Dios afirma que ha llegado el momento de enfrentar sus acciones. “Has hecho acercar tu día, y has llegado al término de tus años.”
Desprecio por lo Sagrado
Una de las imágenes más duras de este capítulo es la descripción del menosprecio hacia lo sagrado. Dios advierte que los líderes de Israel han sido especialmente responsables de esta contaminación. “Mis santuarios menospreciaste, y mis días de reposo has profanado.” Esto no es solo una cuestión religiosa; es un ataque directo a la relación pactada entre Dios y su pueblo.
Los sacerdotes, llamados a ser modelos de pureza y guías espirituales, han violado las leyes de Dios. Han mezclado lo santo con lo profano, no han distinguido entre limpio e inmundo, y han apartado sus ojos de los días de reposo instituidos por el Señor. En otras palabras, han traicionado su vocación sagrada. ¿Qué queda de una nación cuando aquellos que deberían enseñar la verdad son precisamente quienes la pervierten?
Príncipes Avariciosos y Profetas Mentirosos
Ezequiel denuncia cómo los príncipes de Israel han actuado movidos por poder y codicia: “Cada uno según su poder, se esfuerzan en derramar sangre.” No hay justicia, no hay equidad, solo violencia y explotación. Los pobres son ultrajados, los extranjeros marginados, los huérfanos y viudas abandonados a su suerte. Todo esto bajo la mirada indiferente de quien debería protegerlos.
Pero no solo los gobernantes son culpables. Los profetas también están implicados. “Hay conjuración de sus profetas en medio de ella, como león rugiente que arrebata presa… sus profetas recubrían con lodo suelto, profetizándoles vanidad y adivinándoles mentira.” Estos falsos profetas ofrecen mensajes cómodos, predicciones halagadoras, pronósticos vacíos que no provienen de Dios, pero que tranquilizan conciencias enfermas.
Perversión Moral y Social
El cuadro que presenta Ezequiel es aterrador. No hay rincón de la vida social ni personal que esté libre de impureza. Desde las relaciones familiares hasta el trato con el forastero, todo parece haberse corrompido. “La desnudez del padre descubrieron en ti… cada uno hizo abominación con la mujer de su prójimo… cada uno violó en ti a su hermana…” Estos versículos muestran una sociedad en decadencia moral, donde incluso los vínculos más sagrados han sido violados.
Además, la opresión económica es un tema recurrente: “Precio recibieron en ti para derramar sangre; interés y usura tomaste, y a tus prójimos defraudaste con violencia; te olvidaste de mí, dice Jehová el Señor.” La avaricia, la injusticia financiera, el abuso de poder… todo esto forma parte del perfil de Jerusalén, antes gloriosa, ahora caída.
El Juicio Divino y la Ausencia de Intercesores
Ante tal situación, Dios no permanece pasivo. Él actúa, como siempre lo ha hecho, para proteger su nombre y su santidad. “He aquí que batí mis manos a causa de tu avaricia que cometiste, y a causa de la sangre que derramaste en medio de ti.” Este gesto simboliza el juicio inminente, el castigo merecido por tanta iniquidad.
Dios anuncia que dispersará a su pueblo entre las naciones, que hará cesar su inmundicia, que los fundirá como metal en el horno. Usa una metáfora poderosa: “Como quien junta plata y bronce y hierro y plomo y estaño en medio del horno, para encender fuego en él para fundirlos, así os juntaré en mi furor y en mi ira, y os pondré allí, y os fundiré.”
Pero lo más triste del capítulo es el lamento final de Dios: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé.” ¡Nadie oró! Nadie intercedió. Nadie levantó una voz profética verdadera. El silencio cómplice selló el destino de una ciudad que en otro tiempo fue luz entre las naciones.
¿Qué Nos Dice Hoy Ezequiel 22?
Muchos de nosotros creemos que estamos a salvo porque asistimos a la iglesia, porque somos parte de una comunidad religiosa o porque hacemos obras buenas. Pero Ezequiel 22 nos invita a examinar nuestra realidad espiritual. ¿Estamos viviendo en coherencia con lo que profesamos? ¿Nuestra conducta refleja una vida transformada por Dios?
Este capítulo también nos alerta sobre la influencia corruptora del liderazgo. Si aquellos que deben guiar espiritualmente se venden a la mentira, si los pastores prefieren complacer a la audiencia antes que confrontarla con la verdad, el pueblo entero camina hacia la ruina.
Por último, Ezequiel 22 nos recuerda que Dios no tolera la hipocresía. No basta con tener templo, ritos y ceremonias si el corazón está alejado de Él. La verdadera adoración no se mide por la frecuencia con la que vamos a la iglesia, sino por la fidelidad con la que practicamos la justicia, la misericordia y la humildad ante nuestro Dios santo.
Si después de leer estas palabras sientes algún impacto en tu espíritu, quizás alguien más necesita escucharlas también. Comparte este artículo por correo electrónico, en redes sociales o en tu grupo bíblico. Haz llegar este mensaje a quienes hoy necesitan un llamado urgente a la reflexión y al arrepentimiento.
Texto integro del Libro de la biblia Ezequiel capítulo: 22
Ezequiel 22
Los pecados de Jerusalén
1Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
2Tú, hijo de hombre, ¿no juzgarás tú, no juzgarás tú a la ciudad derramadora de sangre, y le mostrarás todas sus abominaciones?
3Dirás, pues: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ciudad derramadora de sangre en medio de sí, para que venga su hora, y que hizo ídolos contra sí misma para contaminarse!
4En tu sangre que derramaste has pecado, y te has contaminado en tus ídolos que hiciste; y has hecho acercar tu día, y has llegado al término de tus años; por tanto, te he dado en oprobio a las naciones, y en escarnio a todas las tierras.
5Las que están cerca de ti y las que están lejos se reirán de ti, amancillada de nombre, y de grande turbación.
6He aquí que los príncipes de Israel, cada uno según su poder, se esfuerzan en derramar sangre.
7Al padre y a la madre despreciaron en ti; al extranjero trataron con violencia en medio de ti; al huérfano y a la viuda despojaron en ti
8Mis santuarios menospreciaste, y mis días de reposo has profanado.
9Calumniadores hubo en ti para derramar sangre; y sobre los montes comieron en ti; hicieron en medio de ti perversidades.
10La desnudez del padre descubrieron en ti, y en ti hicieron violencia a la que estaba inmunda por su menstruo.
11Cada uno hizo abominación con la mujer de su prójimo, cada uno contaminó pervertidamente a su nuera, y cada uno violó en ti a su hermana, hija de su padre.
12Precio recibieron en ti para derramar sangre; interés y usura tomaste, y a tus prójimos defraudaste con violencia; te olvidaste de mí, dice Jehová el Señor.
13Y he aquí que batí mis manos a causa de tu avaricia que cometiste, y a causa de la sangre que derramaste en medio de ti.
14¿Estará firme tu corazón? ¿Serán fuertes tus manos en los días en que yo proceda contra ti? Yo Jehová he hablado, y lo haré.
15Te dispersaré por las naciones, y te esparciré por las tierras; y haré fenecer de ti tu inmundicia.
16Y por ti misma serás degradada a la vista de las naciones; y sabrás que yo soy Jehová.
17Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
18Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en escoria; todos ellos son bronce y estaño y hierro y plomo en medio del horno; y en escorias de plata se convirtieron.
19Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto todos vosotros os habéis convertido en escorias, por tanto, he aquí que yo os reuniré en medio de Jerusalén.
20Como quien junta plata y bronce y hierro y plomo y estaño en medio del horno, para encender fuego en él para fundirlos, así os juntaré en mi furor y en mi ira, y os pondré allí, y os fundiré.
21Yo os juntaré y soplaré sobre vosotros en el fuego de mi furor, y en medio de él seréis fundidos.
22Como se funde la plata en medio del horno, así seréis fundidos en medio de él; y sabréis que yo Jehová habré derramado mi enojo sobre vosotros.
23Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
24Hijo de hombre, di a ella: Tú no eres tierra limpia, ni rociada con lluvia en el día del furor.
25Hay conjuración de sus profetas en medio de ella, como león rugiente que arrebata presa; devoraron almas, tomaron haciendas y honra, multiplicaron sus viudas en medio de ella.
26Sus sacerdotes violaron mi ley, y contaminaron mis santuarios; entre lo santo y lo profano no hicieron diferencia, ni distinguieron entre inmundo y limpio; y de mis días de reposo apartaron sus ojos, y yo he sido profanado en medio de ellos.
27Sus príncipes en medio de ella son como lobos que arrebatan presa, derramando sangre, para destruir las almas, para obtener ganancias injustas.
28Y sus profetas recubrían con lodo suelto, profetizándoles vanidad y adivinándoles mentira, diciendo: Así ha dicho Jehová el Señor; y Jehová no había hablado.
29El pueblo de la tierra usaba de opresión y cometía robo, al afligido y menesteroso hacía violencia, y al extranjero oprimía sin derecho.
30Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé.
31Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor.
Resumen del capítulo 22 del libro de Ezequiel
El capítulo 22 del Libro de Ezequiel presenta una condena pronunciada por el profeta contra Jerusalén y sus líderes debido a sus numerosos pecados e injusticias. Este pasaje, impregnado de fuertes imágenes y lenguaje profético, revela la corrupción moral y espiritual que prevalecía en la sociedad de ese tiempo.
La narrativa del capítulo 22 comienza con una acusación directa contra la ciudad de Jerusalén. Ezequiel, como portavoz de la palabra divina, denuncia los pecados de la ciudad y describe cómo la corrupción ha permeado todos los niveles de la sociedad, desde los líderes hasta los ciudadanos comunes.
Se mencionan diversos pecados que han llevado a Jerusalén a la condenación. La idolatría, la violencia, la opresión de los débiles y la falta de compasión son algunos de los crímenes que se destacan. La ciudad se ha vuelto impura, contaminada por la iniquidad de su gente y por la adopción de prácticas detestables.
Ezequiel utiliza metáforas impactantes para describir la situación. Jerusalén es comparada con un horno ardiente que funde los metales, representando la intensidad del juicio divino que se avecina. La plata, símbolo de pureza, se ha convertido en escoria debido a la contaminación del pecado. Este lenguaje visual refuerza la gravedad de la situación y la necesidad inminente de la intervención divina.
El capítulo también se enfoca en la falta de liderazgo justo en Jerusalén. Los líderes, tanto religiosos como políticos, son criticados por su explotación del pueblo en lugar de guiarlos con integridad. Ezequiel acusa a los líderes de derramar sangre, practicar la usura y cometer actos de violencia. Su deslealtad y deshonestidad han contribuido directamente a la decadencia moral de la ciudad.
La falta de intercesores justos en la ciudad es un tema recurrente en este pasaje. A pesar de la búsqueda de alguien que pueda interceder y levantar un muro de protección, no se encuentra a nadie. Esto subraya la gravedad de la situación y la inevitabilidad del juicio divino que recaerá sobre Jerusalén.
El capítulo 22 de Ezequiel también destaca la falta de arrepentimiento en el pueblo. Aunque se les ha advertido repetidamente sobre las consecuencias de sus acciones, continúan en su camino de maldad y transgresión. Este rechazo obstinado de volverse hacia Dios agrava aún más su culpabilidad.
A medida que avanza la narrativa, Ezequiel ofrece una visión sombría de la destrucción inminente. La ira divina se desatará contra Jerusalén, y la ciudad será consumida por el fuego de la indignación divina. Esta imagen de juicio y destrucción simboliza el castigo que caerá sobre la ciudad y su gente debido a su pecado persistente.
En resumen, el capítulo 22 de Ezequiel es un poderoso llamado a la reflexión y al arrepentimiento. A través de fuertes imágenes y una condena contundente, se revela la corrupción profunda que ha infiltrado a Jerusalén y la consecuente ira divina que se avecina. Este pasaje también destaca la importancia de la justicia y la compasión en la sociedad, así como las consecuencias inevitables de alejarse de la voluntad de Dios.