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1 Reyes 20

1 Reyes 20: La batalla de Samaria y el juicio sobre Achâb

En 1 Reyes capítulo 20, nos encontramos con una narrativa intensa que mezcla tensión militar, intervención divina y decisiones humanas cargadas de consecuencias. Este pasaje se desarrolla en un contexto donde Siria, liderada por el rey Ben-adad, lanza un ataque directo contra Samaria, capital del reino de Israel. El texto comienza con una invasión total: “Entonces Ben-adad rey de Siria juntó a todo su ejército, y con él treinta y dos reyes, con caballos y carros: y subió, y puso cerco a Samaria, y combatióla”.

Una exigencia abusiva y una respuesta inesperada

El primer movimiento diplomático es una amenaza clara y contundente: “Tu plata y tu oro es mío, y tus mujeres y tus hijos hermosos son míos”. Y aunque esto suena como un ultimátum típico de los conflictos antiguos, lo curioso no está tanto en la petición, sino en la respuesta de Achâb, rey de Israel: “Yo soy tuyo, y todo lo que tengo”.

Es decir, Achâb ofrece rendición absoluta. Pero esto no calma al agresor. Al día siguiente, Ben-adad vuelve con términos aún más duros: quiere acceso completo a las casas reales para tomar personalmente lo que considere valioso. Esta vez, Achâb consulta con los ancianos de Israel, quienes le recomiendan no ceder. Así que responde con firmeza: “Haré todo lo que mandaste al principio; mas esto no lo puedo hacer”.

La tensión sube, y Ben-adad reacciona con arrogancia: “Así me hagan los dioses, y así me añadan, que el polvo de Samaria no bastará a los puños de todo el pueblo que me sigue”. A lo que Achâb replica con una frase memorable: “No se alabe el que se ciñe, como el que ya se desciñe”. En otras palabras: nadie debe presumir victoria antes de haber ganado.

El Señor interviene: Dos milagros militares

Justo en ese momento crítico, aparece un profeta que trae una palabra directa del Señor: “He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy Jehová”. Esto da lugar a un doble milagro militar.

Primero, doscientos treinta y dos criados de los príncipes salen a enfrentar al ejército enemigo. El resultado es sorprendente: cada uno mata a su oponente, y el rey Ben-adad escapa apenas en un caballo. Luego, el ejército israelita persigue a los siros con gran estrago.

Pero no termina ahí. Un año después, Ben-adad vuelve a atacar, esta vez en Aphec, creyendo que sus derrotas anteriores se debieron a que los dioses de Israel eran “dioses de los montes” pero no de las llanuras. Aquí, el Señor vuelve a intervenir con claridad: “Por cuanto los siros han dicho: Jehová es Dios de los montes, no Dios de los valles, yo entregaré toda esta grande multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy Jehová”.

Y así ocurre. En un solo día, los israelitas matan a cien mil hombres de a pie. Los sobrevivientes intentan refugiarse en Aphec, pero allí el muro cae sobre veintisiete mil de ellos. Ben-adad logra huir, pero termina pidiendo misericordia disfrazado de penitente: “Ruégote que viva mi alma”. Y Achâb, tomándolo como a un hermano, lo deja irse con tratado de paz incluido.

El costo de una decisión equivocada

Este final podría verse como una victoria total para Israel, pero no todo es celebración. Aquí es donde entra el verdadero mensaje del capítulo: la advertencia divina sobre la gracia mal entendida. Un profeta confronta a Achâb con una parábola dramática, donde alguien encargado de custodiar a un preso lo pierde y por eso merece la muerte o pagar una compensación económica.

Achâb, sin saber que el profeta habla de él mismo, dicta su propia sentencia: “Esa será tu sentencia: tú la has pronunciado”. Entonces el profeta revela el mensaje de Dios: “Por cuanto soltaste de la mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo”.

Esta advertencia sella el destino de Achâb. Lo que parecía un acto de clemencia termina siendo una desobediencia. Porque, aunque haya sido difícil, su deber era cumplir con la voluntad del Señor, no con su propia misericordia humana.

Reflexiones para hoy: Entre la guerra y la gracia

Este capítulo no solo narra eventos históricos, sino que también nos invita a reflexionar sobre decisiones aparentemente pequeñas que tienen grandes consecuencias:

  • ¿Hasta dónde llega nuestra obediencia? Muchas veces preferimos hacer lo que parece bueno ante nuestros ojos, en lugar de lo que Dios ha dicho.
  • ¿Qué pasa cuando confundimos la gracia con la negligencia? Achâb pensó que estaba actuando con bondad, pero en realidad estaba ignorando un mandato claro.
  • ¿Cómo respondemos ante la victoria? No siempre las batallas terminan cuando ganamos; a veces, la verdadera prueba empieza justo después del triunfo.

Si este artículo resonó contigo, o te ayudó a entender mejor cómo incluso en medio de conflictos humanos Dios tiene un plan soberano, comparte este contenido con alguien que pueda necesitarlo.

Texto integro del Libro de 1 Reyes capítulo: 20
1 Reyes capítulo 20

Capítulo 20

ENTONCES Ben-adad rey de Siria juntó á todo su ejército, y con él treinta y dos reyes, con caballos y carros: y subió, y puso cerco á Samaria, y combatióla.
2 Y envió mensajeros á la ciudad á Achâb rey de Israel, diciendo:
3 Así ha dicho Ben-adad: Tu plata y tu oro es mío, y tus mujeres y tus hijos hermosos son míos.
4 Y el rey de Israel respondió, y dijo: Como tú dices, rey señor mío, yo soy tuyo, y todo lo que tengo.
5 Y volviendo los mensajeros otra vez, dijeron: Así dijo Ben-adad: Yo te envié á decir: Tu plata y tu oro, y tus mujeres y tus hijos me darás.
6 Además mañana á estas horas enviaré yo á ti mis siervos, los cuales escudriñarán tu casa, y las casas de tus siervos; y tomarán con sus manos, y llevarán todo lo precioso que tuvieres.
7 Entonces el rey de Israel llamó á todos los ancianos de la tierra, y díjoles: Entended, y ved ahora cómo éste no busca sino mal: pues que ha enviado á mí por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y por mi oro; y yo no se lo he negado.
8 Y todos los ancianos y todo el pueblo le respondieron: No le obedezcas, ni hagas lo que te pide.
9 Entonces él respondió á los embajadores de Ben-adad: Decid al rey mi señor: Haré todo lo que mandaste á tu siervo al principio; mas esto no lo puedo hacer. Y los embajadores fueron, y diéronle la respuesta.
10 Y Ben-adad tornó á enviarle á decir: Así me hagan los dioses, y así me añadan, que el polvo de Samaria no bastará á los puños de todo el pueblo que me sigue.
11 Y el rey de Israel respondió, y dijo: Decidle, que no se alabe el que se ciñe, como el que ya se desciñe.
12 Y como él oyó esta palabra, estando bebiendo con los reyes en las tiendas, dijo á sus siervos: Poned. Y ellos pusieron contra la ciudad.
13 Y he aquí un profeta se llegó á Achâb rey de Israel; y le dijo: Así ha dicho Jehová: ¿Has visto esta grande multitud? he aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy Jehová.
14 Y respondió Achâb: ¿Por mano de quién? Y él dijo: Así ha dicho Jehová: Por mano de los criados de los príncipes de las provincias. Y dijo Achâb: ¿Quién comenzará la batalla? Y él respondió: Tú.
15 Entonces él reconoció los criados de los príncipes de las provincias, los cuales fueron doscientos treinta y dos. Luego reconoció todo el pueblo, todos los hijos de Israel, que fueron siete mil.
16 Y salieron á medio día. Y estaba Ben-adad bebiendo, borracho en las tiendas, él y los reyes, los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda.
17 Y los criados de los príncipes de las provincias salieron los primeros. Y había Ben-adad enviado quien le dió aviso, diciendo: Han salido hombres de Samaria.
18 El entonces dijo: Si han salido por paz, tomadlos vivos; y si han salido para pelear, tomadlos vivos.
19 Salieron pues de la ciudad los criados de los príncipes de las provincias, y en pos de ellos el ejército.
20 E hirió cada uno al que venía contra sí: y huyeron los Siros, siguiéndolos los de Israel. Y el rey de Siria, Ben-adad, se escapó en un caballo con alguna gente de caballería.
21 Y salió el rey de Israel, é hirió la gente de á caballo, y los carros; y deshizo los Siros con grande estrago.
22 Llegándose luego el profeta al rey de Israel, le dijo: Ve, fortalécete, y considera y mira lo que has de hacer; porque pasado el año, el rey de Siria ha de venir contra ti.
23 Y los siervos del rey de Siria le dijeron: Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido; mas si peleáremos con ellos en la llanura, se verá si no los vencemos.
24 Haz pues así: Saca á los reyes cada uno de su puesto, y pon capitanes en lugar de ellos.
25 Y tú, fórmate otro ejército como el ejército que perdiste, caballos por caballos, y carros por carros; luego pelearemos con ellos en campo raso, y veremos si no los vencemos. Y él les dió oído, é hízolo así.
26 Pasado el año, Ben-adad reconoció los Siros, y vino á Aphec á pelear contra Israel.
27 Y los hijos de Israel fueron también inspeccionados, y tomando provisiones fuéronles al encuentro; y asentaron campo lo hijos de Israel delante de ellos, como dos rebañuelos de cabras; y los Siros henchían la tierra.
28 Llegándose entonces el varón de Dios al rey de Israel, hablóle diciendo: Así dijo Jehová: Por cuanto los Siros han dicho, Jehová es Dios de los montes, no Dios de los valles, yo entregaré toda esta grande multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy Jehová.
29 Siete días tuvieron asentado campo los unos delante de los otros, y al séptimo día se dió la batalla: y mataron los hijos de Israel de los Siros en un día cien mil hombres de á pie.
30 Los demás huyeron á Aphec, á la ciudad: y el muro cayó sobre veinte y siete mil hombres que habían quedado. También Ben-adad vino huyendo á la ciudad, y escondíase de cámara en cámara.
31 Entonces sus siervos le dijeron: He aquí, hemos oído de los reyes de la casa de Israel que son reyes clementes: pongamos pues ahora sacos en nuestros lomos, y sogas en nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel: por ventura te salvará la vida.
32 Ciñeron pues sus lomos de sacos, y sogas á sus cabezas, y vinieron al rey de Israel, y dijéronle: Tu siervo Ben-adad dice: Ruégote que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es.
33 Esto tomaron aquellos hombres por buen agüero, y presto tomaron esta palabra de su boca, y dijeron: ¡Tu hermano Ben-adad! Y él dijo: Id, y traedle. Ben-adad entonces se presentó á Achâb, y él le hizo subir en un carro.
34 Y díjole Ben-adad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria. Y yo, dijo Achâb, te dejaré partir con esta alianza. Hizo pues con él alianza, y dejóle ir.
35 Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo á su compañero por palabra de Dios: Hiéreme ahora. Mas el otro varón no quiso herirle.
36 Y él le dijo: Por cuanto no has obedecido á la palabra de Jehová, he aquí en apartándote de mí, te herirá un león. Y como se apartó de él, topóle un león, é hirióle.
37 Encontróse luego con otro hombre, y díjole: Hiéreme ahora. Y el hombre le dió un golpe, é hízole una herida.
38 Y el profeta se fué, y púsose delante del rey en el camino, y disfrazóse con un velo sobre los ojos.
39 Y como el rey pasaba, él dió voces al rey, y dijo: Tu siervo salió entre la tropa: y he aquí apartándose uno, trájome un hombre, diciendo: Guarda á este hombre, y si llegare á faltar, tu vida será por la suya, ó pagarás un talento de plata.
40 Y como tu siervo estaba ocupado á una parte y á otra, él desapareció. Entonces el rey de Israel le dijo: Esa será tu sentencia: tú la has pronunciado.
41 Pero él se quitó de presto el velo de sobre sus ojos, y el rey de Israel conoció que era de los profetas.
42 Y él le dijo: Así ha dicho Jehová: Por cuanto soltaste de la mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo.
43 Y el rey de Israel se fué á su casa triste y enojado, y llegó á Samaria.

Resumen del capítulo 20 del libro de 1 Reyes

El Libro de 1 Reyes, capítulo 20, presenta una serie de conflictos y batallas entre el rey de Israel, Acab, y Ben-adad, el rey de Aram (Siria). A continuación, se presenta un resumen exhaustivo del capítulo 20:

  1. La amenaza de Ben-adad: Ben-adad, el rey de Aram, reúne un gran ejército y asedia Samaria, la capital de Israel. Enviando mensajeros a Acab, Ben-adad demanda la rendición de Samaria y el saqueo de sus tesoros. Acab, preocupado por la superioridad numérica de las fuerzas de Aram, acepta las demandas de Ben-adad y se somete.
  2. El mensaje de un profeta: Un profeta se acerca a Acab y le informa que Dios le dará la victoria sobre Ben-adad y las fuerzas de Aram. El profeta asegura que incluso con un pequeño número de soldados, Israel prevalecerá en la batalla para que todos sepan que Dios está con ellos.
  3. La victoria de Israel: Siguiendo las instrucciones del profeta, Acab reúne un ejército más pequeño y sale a la batalla contra los sirios. En dos enfrentamientos sucesivos, Israel derrota a los sirios y les inflige grandes bajas. Esto cumple la palabra del profeta y demuestra que Dios está de lado de Israel.
  4. Ben-adad escapa: Después de su derrota, Ben-adad se esconde en la ciudad, y sus consejeros le sugieren que los reyes de Israel son benevolentes y que podría obtener su misericordia. Ben-adad se presenta ante Acab con vestimenta de penitencia y una súplica por su vida. Acab, compadecido, le perdona y hace un pacto con él, permitiéndole regresar a su reino.
  5. La reprobación del profeta: Después de su encuentro con Ben-adad, un profeta se le aparece a Acab y le reprende por haber dejado escapar al rey de Aram. El profeta le dice que Acab pagará con su vida por permitir que su enemigo se escape.

El capítulo 20 de 1 Reyes muestra la relación entre el rey Acab y el rey de Aram, Ben-adad, y cómo Dios interviene en la batalla para dar la victoria a Israel. También se destaca la compasión momentánea de Acab hacia Ben-adad, a pesar de la reprobación de un profeta por perdonarlo. La historia subraya la importancia de la obediencia a Dios y la necesidad de buscar la dirección divina en las decisiones políticas y militares.

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